Presentación del blog

¡Saludos a tod@s!

Como su mismo nombre indica, este blog está destinado a recoger, paso a paso, todas mis salida, excursiones, rutas y viajes. Siempre a pié. Pequeñas escapadas, visitas a pueblos, rutas cortas, largos recorridos... Pero siempre a pie.

Mi idea es dar a conocer y compartir con todos mis lectores esos maravillosos rincones que muchos desconocemos y pasamos por alto, cuando están ahí, muy cerca de nosotros. O no tan cerca...


martes, 25 de junio de 2013

CALONGE - MAS ROSELLO - VALL DE MOLINS - CALONGE

Saludos, amigos!
Hoy he hecho una preciosa ruta, muy asequible y en la que he podido admirar espectaculares vistas y rincones maravillosos.
He salido de Sant Antoni de Calonge hasta Calonge, la Creu de Castellar, can Mont, mirador de Ruàs, mas Roselló, la Vall dels Molins y de regreso a Calonge y Sant Antoni de Calonge.
Total, unos 15,7 km de dificultad media. Imprescindible, agua en cantidad. Las fuentes suelen estar secas en esta época del año.
Señales amarillas y blancas. Muy bien señalizado en toda la ruta.
He salido de casa a las 6'45. En este tiempo, finales de junio, es importante evitar las horas centrales del día, cuando el calor aprieta demasiado.
De Calonge a la Creu de Castellar, 45 minutos.
Este es el trozo más difícil, por la fuerte pendiente y la gran cantidad de rocalla suelta. Aquí una parada obligatoria para contemplar las preciosas vistas.
Vista desde la Creu de Castellar

He seguido por can Marguerit de Dalt, un mas en ruinas, y can Mont.
Can Marguerit de Dalt, completamente en ruinas.

Al llegar a can Mont encontramos una reja que parece querer impedirnos el paso. Pero se puede pasar por los laterales. Esta reja sirve para proteger la finca de can Mont e impedir el paso de motos y quads, que no tendrían que circular por un camino para senderistas y BTT.
La verja de acceso a la finca de can Mont. Pero
se puede pasar por los lados.

En esta finca encontramos unos pequeños letreros verdes con letras amarillas, obra del mismo dueño de la finca, y que nos serán de ayuda para llegar a Castellbarri, donde se encuentran los restos de un asentamiento ibérico.
Estos son los indicadores que nos llevarán a Castellbarri.

Vale la pena verlo. Tanto por los restos arqueológicos como por las espléndidas vistas desde ese lugar.
Los restos de un antiguo asentamiento ibérico.

Espectaculares vistas desde lo alto de las ruinas.

He vuelto al camino, hasta llegar a una cadena que indica que ya hemos salido de la finca de can Mont.
He seguido por pista forestal, ahora con fuerte pendiente en descenso(todo lo que sube baja, jejeje...), hasta llegar al mirador de Ruás.
No es visible desde el camino, sólo un indicador, que parece señalar a ninguna parte, nos orienta hacia él.
Un indicador que parece no señalar nada. Pero...

Si buscamos bien, veremos un camino que nos llevará a la cima de
una imponentes rocas desde las que se domina todo el valle.

Se trata de unas enormes rocas desde las que se pueden contemplar unas vista excepcionales, no aptas para quien padezca de vértigo.
Un poco más adelante, siguiendo el camino que llevábamos, encontramos la Font Nina. Generalmente en verano está seca, pero hoy, por las abundantes lluvias caídas este año, aun manaba agua.
La Font Nina. Curiosa, por ese cántaro utilizado como caño.

He seguido hasta un cruce y he tomado la dirección Vall de Molins.
He pasado por el mas Roselló.
El mas Rosello, con su fauna autóctona...

Toda esta zona había sido propiedad del Ejército Español, y muchos hombres de por aquí hicieron el servicio militar en ella. Aun quedan algunos vestigios como depósitos de agua o las cuadras donde encerraban a los caballos.
Antiguas cuadras utilizadas para los caballos del Ejército Español.

Más adelante paso por una urbanización, muy alejada de toda población, casi perdida en la inmensidad de las Gabarras, pero me ha parecido que con imponentes fincas.
Imponentes fincas en el corazón de las Gabarras.

Y por fin, la carretera de Romanyà y el inicio de la Vall de Molins.
El cambio de ambiente ha sido total. He pasado de zona de montaña a zona de riera en un momento.
Me he adentrado por caminos y senderos de gran belleza, siguiendo el curso de la riera de Molins.
Exuberante vegetación, en la riera de Molins.

Este nombre se debe a la gran cantidad de molinos movidos por la fuerza del agua que había en esta zona.
En algunos puntos se mantiene alguna esclusa que forma pozas de agua de una gran belleza.
La esclusa de un antiguo molino da lugar a rincones preciosos.

La nota dominante en esta zona es el verdor y la exuberante vegetación.
Agua, vegetación e incluso algunos peces, huidizos y demasiado
pequeños para verse en estas fotos.

He llegado a la urbanización del Vescomptat de Cabanyes, ya de Calonge, hasta la gasolinera Petronor.
Y de ahí, atravesando el pueblo de Calonge, hasta Sant Antoni de Calonge.
Rincones llenos de paz.

Una ruta muy gratificante y recomendable para todos.

domingo, 2 de junio de 2013

VIAJE A PERÚ - Sobrevuelo de las Pistas de Nazca


Esta es la situación de los dibujos que se suelen mostrar a los turistas. Pero lo cierto
es que hay más. Muchísimos más, cubriendo una extensión de más de 350km
de desoladas pampas.

Sobrevolar las Pistas de Nazca.
Este había sido el sueño de toda mi vida. Y de pronto, ahora iba a convertirse en realidad.
Pero, no estuvo exento de problemas y dificultades. Por poco, y a no ser por el tesón y el empeño que siete personas pusimos en ello, nos quedamos sin poder realizar este vuelo.
Todo forma parte del viaje a Perú que hice en el año 2008, y el sobrevuelo de las Líneas de Nazca lo habíamos contratado aquí, en España, para asegurarnos tener plaza y poder realizarlo sin contratiempos.
Pero... A veces las cosas no salen como una quisiera.
Aquel día amaneció muy nublado. Cosa bastante frecuente por la zona costera de Perú, y por la época del año, en octubre. Esta es una buena época para visitar el país, puesto que es la estación seca, pero en la zona costera, casi todas las mañanas hace acto de presencia la garúa, que es una formación brumosa o nubosa típica de Perú y que es debida, en su mayor parte, a la inversión térmica.
Cuando vinieron los guías a recogernos al hotel, nos comunicaron que era muy probable que no pudiéramos volar. Mi decepción fue muy grande, era lo que más deseaba hacer, y por culpa de las nubes tendría que marcharme sin realizar este vuelo.
Pero aun no estaba todo perdido. Nos aseguraron que había la posibilidad de que levantara a media mañana y que pudiéramos seguir con el programa.
Mucho más esperanzados, decidimos aceptar una excursión por el desierto de Nazca y visitar el Cementerio Arqueológico de Chauchilla.
Todo esto ya lo comentaré en próximas entradas.
De regreso a la ciudad de Nazca, algunos tímidos rayos de sol empezaban a atravesar las nubes.
Buena señal. Parecía que estaba aclarando.
Y ya al llegar a la ciudad, el ruido de los motores de las avionetas me hizo mirar al cielo y ver que ya se podía volar.
Nos trasladamos al aeródromo.
Este es bel pequeño aeródromo de Nazca.
Por dentro tampoco es que sea gran cosa...

Pero los problemas no habían hecho más que empezar.
Ahora eran los responsables del aeropuerto quienes nos decían que no podríamos volar. ¿Motivo? Un gran retraso debido a la niebla.
¡Pero ahora las avionetas ya volaban! Y esto ya lo teníamos reservado y pagado en España desde hacía mucho tiempo.
Nadie, de los responsables del aeropuerto o de la agencia de viajes, quiso entrar en razón. Hasta que siete personas, entre ellas yo, nos negamos a abandonar el aeropuerto hasta no haber volado.
La unión hace la fuerza. Y por fin lo conseguimos. A las cuatro de la tarde nos confirmaron nuestro vuelo.
Para pasar el rato y matar el aburrimiento, nos entretuvimos curioseando por todos los rincones del pequeño aeródromo.
Esta es un de las avionetas.

Había una tienda de recuerdos, donde te vendían de todo y una cantina, donde no tenían de nada. Y pasé mucho rato mirando como se elevaban y aterrizaban aquellas pequeñas avionetas. Pero con lo que más disfruté fue con las largas charlas que mantuve con la gente, los empleados y los pilotos.

Y por fin llegó el gran momento.
Momentáneamente se me hizo un nudo en el estómago. Con los nervios y la emoción no había reparado en un “pequeño detalle”. Me aterran las alturas, y mucho más si van acompañadas de movimientos bruscos arriba y abajo o inclinaciones y giros violentos hacia todos los lados, caso de una avioneta pilotada con la idea de permitir ver el suelo a sus viajeros. Por unos segundos me imaginé la posición en que debía volar para que desde su interior se pudieran ver unos dibujos que están muchos metros más abajo, en el suelo. Un estremecimiento me recorrió la espalda de arriba abajo. ¡Yo, que no soy capaz de subirme a una simple montaña rusa, me iba a montar en una avioneta que parecía un pajarito e iba a volar haciendo piruetas por el aire!!!...
Pero no tuve demasiado tiempo para pensar en ello. Realmente tampoco quise pensar en ello. Enseguida nos hicieron pasar por los controles de la policía y nos acompañaron a la avioneta.
¡Y menuda avioneta! Sólo cuatro plazas, contando al piloto. Como digo, aquello parecía un pajarito. Y por el aspecto de su interior y de sus mandos y paneles, me dio la sensación de estar frente a un aparato de la Segunda Guerra Mundial un poco remodelado y pintado.
Menudo pajarito...

 Pero mi mente se cerró en banda ante los posibles riesgos y ante todos mis temores. No vacilé ni un solo segundo y decidida a pasar unos momentos inolvidables me propuse disfrutar hasta el más mínimo detalle de la experiencia. .
El piloto nos dio una serie de instrucciones para poder apreciar mejor los dibujos que siempre le agradeceré. Nos ofreció unos auriculares, con los que podríamos escuchar sus explicaciones y nos dijo:
“-Cuando estemos arriba y yo les indique, deben fijarse en la zona del suelo que queda justo debajo de la punta del ala en ángulo de noventa grados. Inclinaré el avión para que todos tengan una perfecta visión del suelo…-”
Gracias a esta aclaración, pudimos apreciar todos los detalles de aquellas misteriosas líneas. Y gracias también a la habilidad del piloto, que en todo momento situó el aparato en una posición perfecta.
Cuando llegamos a la pista y a medida que nos acercábamos al avión volví a sentir un estremecimiento.
¿Seguro que “aquello” podía volar? Por fuera se veía como nueva, pero por dentro... Ni os lo cuento. Aquel avioncito debía de ser bastante antiguo, porque no conocía lo que son los paneles digitales.
Nada de marcadores digitales. Todo manual...

Todo eran palancas y botones. Todo era de manejo manual. No entiendo mucho de aviones pero, me dio toda la impresión de que iba a subirme a un aparato muy antiguo. Como dije antes, de la Segunda Guerra Mundial, solo que un poco mejor decorado…
Todo fue muy rápido. Arrancó el motor y rodó hasta colocar el aparato en un extremo de la pista. Esperó unos momentos y enseguida se oyó por los auriculares: “Puede despegar”
Aquello empezó a coger velocidad hasta que... ¡Hop!, Estábamos en el aire. El corazón casi se me sale por la boca. El morro de la avioneta se levantó bruscamente hacia el cielo al tiempo que el piloto hacía girar el aparato para situarlo en la dirección correcta y el paisaje comenzó a danzar a nuestro alrededor hasta quedar muchos metros por debajo de nosotros. La sensación de abandonar el suelo con una avioneta tan pequeña es indescriptible. De pronto te ves suspendida en el aire y lo primero que te viene a la cabeza es la fragilidad de tu situación en aquellos momentos. Piensas que, si por algún motivo se detuviera la única hélice que nos mantenía en el aire... No quiero ni imaginarlo. Sólo se me ocurrió rezar para que no sucediera.
Pero esta angustia es momentánea. Una descarga de adrenalina se dispara en tu corazón y cuando la avioneta alcanza la altitud deseada y tras unos cuantos giros a derecha y a izquierda se estabiliza, esta angustia se convierte en asombro. A las personas que como yo, no habíamos volado nunca en un aparato tan pequeño, nos faltan ojos para acaparar tanta belleza. La sensación de poder ver con tanto detalle el suelo a vista de pájaro es impresionante.
Fuimos ganando altura hasta alcanzar los 300/400 metros de altitud. No muy lejos de donde estaba el aeródromo, el piloto nos dijo que estábamos llegando a la primera figura. El avión dio un brusco giro, primero a la derecha y luego a la izquierda, con una inclinación tan fuerte que teníamos que sujetarnos bien fuerte para no rodar de un lado a otro del aparato. Primero me desorienté un poco. Me costaba bastante mantener un poco tranquilo a mi sentido del equilibrio y por unos segundos todo empezó a dar vueltas a mi alrededor. Pero en seguida aprendí como no marearme. Adopté la táctica de no mirar abajo durante esos breves segundos en que la avioneta realizaba aquellos bruscos giros con sus cambios de inclinación. Y realmente funcionó. Conseguí no marearme y disfrutar así de la más fantástica experiencia de mi vida.
Habíamos llegado a la primera figura.
Desde la ladera de una pequeña colina, ese astronauta parecía saludarnos.

El “astronauta”, lo llamaba el piloto. Era una gran figura trazada en una colina rocosa y que, con una mano alzada, parecía saludarnos. Era asombroso. Era claramente la figura de un ser humano. Dijo que la llamaban así por la forma de la cabeza, que era redonda y muy grande, con un par de ojos redondos de mirada inexpresiva.
Este es el mono

No me costó en absoluto distinguir aquella figura. Al igual que todas las demás que fuimos viendo y que el piloto nos fue indicando, el mono, la ballena, el cóndor, la araña, el colibrí, las manos, el perro... se podían distinguir claramente en el suelo de aquella pampa.
La araña.

A parte de aquellos dibujos claramente identificables, había muchos más que eran formas geométricas, cuadrados rectángulos, triángulos... Y también había muchos más que no se podían catalogar. De pronto aparecían unas manos, o una espiral, o algo que no podíamos interpretar.
Pero lo que realmente llamaba la atención, las reinas de la pista, eran las líneas.
Largas líneas que se pierden más allá del horizonte, pero todas con una cosa
en común: la perfección de su trazado

Ya antes había visto fotografías y me habían hablado del caos de líneas que hay en aquella superficie, pero aquello desborda todo lo imaginable. Realmente hay que verlo para creerlo. La perspectiva de las fotografías es muy limitada. Solo se puede apreciar una pequeña parte en cada una. En cambio desde allá arriba, desde una altura considerable, la amplitud de la visión me ofrecía un enfoque mucho más completo.
Había cientos, tal vez miles de líneas por todas partes. Eran líneas completamente rectas, que no seguían ningún orden aparente y que se mezclaban, cruzaban y cortaban caóticamente. Las había de cortas, algunas más largas, e incluso las había tan largas que se perdían en el horizonte y no podía apreciarse hasta donde llegaban. También se podía observar claramente que su grosor variaba sensiblemente de unas a otras. Unas eran finas, eso según la apreciación aérea, puesto que en el suelo tendrían unos 20-30 centímetros de ancho, otras eran bastante más anchas, unos 40-50 centímetros, y también las había que no se sabía si catalogarlas como líneas o como auténticas pistas, ya que su anchura podía alcanzar desde un metro y ensancharse hasta los 5 ó 6 metros. Todo ello sin perder su perfecta simetría.
En el perro podemos apreciar la perfecta simetría en los surcos que
forman sus largas patas.

Pero todas esas líneas, tanto las más largas, que se perdían en el horizonte, como las más cortas, así como en sus distintos grosores, tenían un detalle en común. Tal vez era ese el detalle que las hacía tan enigmáticas: su perfecta rectitud y su anchura, que se mantenían a la perfección en toda su longitud., todas eran perfectamente rectas. Lo cierto era que aquello era un auténtico galimatías. ¿Qué sentido podían tener todas aquellas líneas, que como me habían indicado, no nacían en ningún sitio ni iban a ninguna parte? Y lo más asombroso de todo, ¿Cómo se las habían compuesto para mantener en todo momento aquella rectitud a lo largo incluso de centenares de metros?
Todos estábamos realmente maravillados, al tiempo que, inconscientemente, intentábamos hallar una mínima lógica a todo aquel sinsentido.
Así se vería uno de los dibujos, desde lo alto
de una colina cercan...
Y así se ven a ras del suelo.

María Reiche las estudió muy profundamente e intentó descifrar su secreto. Pero no lo consiguió. Jamás nadie ha hallado una explicación convincente para aquel meollo de líneas que se cruzan las unas con las otras y que no indican nada ni señalan ninguna cosa.
Sinceramente, no creo que ni yo ni nadie pudiera realizar semejante trabajo sin un propósito específico. Es de suponer que, en su momento, aquellos más de 350 kilómetros de pampas desoladas, cubiertos de trazos y dibujos por todas partes, cumplieran alguna misión muy concreta. Aunque, como ya he dicho antes, ni el motivo, ni cómo pudieron ser trazadas desde el suelo, hasta la fecha no ha sido descubierto.
Pero no acabaron aquí mis sorpresas. La mayor de ellas habría de llegar al final del recorrido.
Cuando ya casi habíamos visto todos los dibujos que estaban programados, el piloto nos dijo que, ya que a pesar de todos los problemas habíamos tenido tan claro lo que queríamos y habíamos mantenido con tanta firmeza nuestra determinación, nos iba a hacer un regalo.
Dejamos atrás la plana superficie de la pampa que habíamos sobrevolado hasta entonces y dirigió la avioneta hacia un pequeño altiplano de escasa altitud que había no muy lejos de allí.
Nos indicó que miráramos al frente y que no perdiéramos el suelo de vista. Con gran habilidad realizó un picado descendente y... Se me cortó el aliento cuando vi lo que tenía ante mis ojos.
“Solo para vosotros...” Nos sonrió el piloto cuando vio nuestros rostros descompuestos por aquella sorprendente visión. Aquello sí que era una locura. ¿Qué se supone que era aquello? Se lo pregunté al piloto y lo único que conseguí fue que se alzara de hombros.
La maniobra que había realizado el piloto había sido muy hábil. Con aquel picado descendente, lo que nos había mostrado era lo más parecido que he visto en mi vida a... ¡Una pista de aterrizaje!
No podía creer lo que veían mis ojos...

Era perfectamente plana y larga, muy larga. Y su anchura variaba sensiblemente de un extremo al otro.
En la visión que nos mostró el piloto se podía apreciar claramente que, en el extremo en que se iba a aterrizar, era mucho más ancha que en el otro.
-“Eso es bastante frecuente en lugares done a la hora de aterrizar te puedes encontrar con corrientes de aire que puedan desviar el aparato – nos aclaró el piloto – Luego, una vez has tomado tierra, la anchura que tiene esta pista es perfecta para rodar el tiempo que necesites hasta detener el aparato…”
Por unos momentos, de no ser porque enseguida rectificó el rumbo y volvió a ganar altura, hubiera jurado que la intención de nuestro piloto era aterrizar allí mismo.
No me lo podía creer. El corazón galopaba alocadamente en mi pecho y sentí como se alteraban todos mis sentidos. No me podía creer que aquello fuera realmente una pista de aterrizaje. Era imposible. Aquello había sido trazado hacía casi dos mil años(al menos esa es la antigüedad que se les da a esas misteriosas líneas), y es de suponer que en aquella época no había aviones ni nada que pudiera necesitar una pista de aquellas características... Por unos momentos me pregunté qué estaba pasando. Sentí como algo en mi interior comenzaba a resquebrajarse.
Traté de imaginar otras funciones para aquella pista. Le di mil vueltas en la cabeza y empecé a tratar de imaginar para qué se podría haber utilizado aquella pista.
¿Para celebrar rituales o fiestas? No tenía ni por asomo las dimensiones adecuadas. Para rituales o fiestas debería ser una superficie más cuadrada, no tan larga y tan estrecha.
¿Podría ser alguna especie de camino o pista para ir a…? ¿A dónde? Aquella especie de altiplano, aunque no demasiado alto, está flanqueado por abruptos barrancos que limitan los dos extremos de la pista.
Nada tenía sentido.
Mas pistas y dibujos inexplicables.

¿Podrías aterrizar ahí? ¿Serviría como pista de aterrizaje? Pregunté de nuevo al piloto.
Pues claro que podría hacerlo. Su estado es perfecto. Y os puedo asegurar que incluso con más seguridad y tranquilidad que en muchas de las pistas de los aeropuertos actuales. Impresionante, ¿verdad?
Impresionante... Yo mejor lo definiría como una delirante locura. Si tenía que considerar aquello como una pista de aterrizaje, tenía que considerar que fue hecha por algún motivo. Y el único motivo que se me ocurre para construir una cosa así, es para ser utilizada para tal fin... Como digo, aquello me parecía una auténtica locura.
Claro que, para rematar la jugada, aquel piloto se guardaba un as en la manga. Ya nos había mostrado aquella especie de... pista de aterrizaje, que a todos nos heló la sangre en las venas. Ahora faltaba la guinda del pastel.
Nos apartamos un poco más de la ruta que seguían las avionetas en el vuelo turístico y volamos un rato hacia otra zona no muy distante.
Esto lo hago por vosotros – continuó explicando el piloto – Creo que os merecéis un premio por lo que ha pasado antes.
¿Otro premio? ¿Qué nos tendría reservado ahora aquel hombre?
Permanecimos en silencio absoluto durante el corto trayecto. El corazón seguía latiendo con fuerza. ¿A qué se estaría refiriendo ahora?
Sobrevolamos una zona de pequeñas colinas y llegamos a otra pampa y de nuevo maniobró la avioneta para que pudiéramos ver bien el suelo.
El último dibujo- nos informó – es un colibrí. Fijaros bien en él.

Me escamó que nos recalcara que nos fijáramos bien en aquel dibujo y de nuevo me pregunté qué nueva sorpresa nos aguardaba.
Ahí está. Observadlo con detenimiento...
Efectivamente, era otro pájaro, muy parecido al colibrí que ya habíamos visto antes. No costaba mucho de distinguir que se trataba de un enorme pájaro con las alas extendidas, tal vez un poco más grande que el otro, y que, por su largo pico, había de ser un colibrí. Lo observamos atentamente, primero por el lado derecho y luego por el izquierdo.
El piloto se percató en seguida que no nos habíamos fijado bien en lo que él quería y nos dijo que daría otra pasada, pero que debíamos centrar nuestra atención en el cuerpo del pájaro. Concretamente en un pequeño dibujo que había en su interior.
Un par de giros más y centramos nuestra atención en el punto que nos había indicado el piloto.
Creo que todos palidecimos. A mí casi se me para el corazón ante aquella sorprendente visión. No podía dar crédito a lo que veían mis ojos. Miré al piloto sin poder articular palabra y él me sonrió complacido. Comprendió que ahora sí lo habíamos visto y me guiñó un ojo.
Si lo que nos había mostrado antes no tenía ninguna lógica, esto lo superaba con creces.
El dibujo era muy similar a los que ya habíamos visto en la otra pampa, pero al fijarnos mejor, pudimos advertir claramente que, el pequeño dibujo que había en el interior del cuerpo de aquel pájaro, se correspondía perfectamente con... ¡un pequeño avión!
Sorprendente, pero cierto.

El piloto nos miró, nos sonrió y nos dijo:
Así es. Este es tal vez uno de los mayores misterios. No está incluido en la ruta normal que hacemos para todos los turistas porque se encuentra un poco más alejado. De hecho, no es el único dibujo que no mostramos al público en general… Solamente los enseñamos en casos excepcionales y yo os lo he mostrado a vosotros porque veo que manifestáis un interés muy especial por estas líneas. Otros hubieran desistido de volar y, aunque a regañadientes, hubieran seguido su programa sin más. Espero que mi regalo os haya complacido.
Cuando inicié este viaje tenía muy claro cuál era mi objetivo: ver por mí misma aquello que otros habían estudiado y valorado, ampliar mis conocimientos, empaparme lo más directamente posible de estas ancestrales historias y conocimientos que, si no hacemos nada por impedirlo, se acabarán perdiendo para siempre, borrados por esta marcada cabezonería por mantener unas conjeturas que está visto habría que revisar de arriba abajo.
Y debo aclarar que mi objetivo quedó cumplido con creces. No así mis ansias por encontrar un sentido a ciertos enigmas que, lejos de satisfacerse, aumentaron más y más, hasta desbordar mi mente y mi imaginación.
Mientras volvíamos al aeródromo, me di cuenta de que, muy a pesar mío, jamás cumpliría mis objetivos de hallar explicaciones a determinados enigmas. Muy por el contrario. A cada pregunta que conseguía responder, se abrían otras muchas ante mí.
Cuando aterrizamos, no pude más que darle las gracias efusivamente a aquel piloto. Toda mi vida le estaré agradecida por salirse de su ruta estipulada y permitirme ver algo que superaba todas mis expectativas. Mientras me despedía, el piloto, señalando con su mano en dirección a las pampas que habíamos sobrevolado, me dijo una frase que me acompañaría en todas mis investigaciones:
“Es una hazaña que desafía la razón...”-
¡Y bien cierto que desafiaba la razón!

sábado, 1 de junio de 2013

VIAJE A PERÚ - Sacsayuhamán

Toda mi vida sospeché que en la versión de la historia de la Humanidad que se nos contaba, algo no encajaba.
Hasta que decidí ver, observar y estudiar por mí misma estos claros vestigios de un pasado que parece perderse en las brumas de un tiempo muy remoto.
El viaje que hice a Perú, y otro anterior a México, me dieron la oportunidad de juzgar por mí misma una realidad que, según pude apreciar, era muy diferente de lo que me habían hecho creer...
Hay que ver esos lugares, esos restos arqueológicos, esos vestigios de un pasado que, por más que se empeñen en asegurarme que solo tienen una antigüedad de unos poco más de 500 años, en seguida comprendes que algo no encaja. El tipo de construcciones, las técnicas empleadas(desconocidas hasta el momento), el descomunal tamaño de las pocas piedras que siguen en su lugar, la desconocida finalidad por la que se empleó tanto esfuerzo... No hay respuestas, sólo hipótesis y conjeturas.
El mismo viaje en el que tuve el privilegio de sobrevolar las Líneas de Nazca, en Perú, me llevó a visitar el recinto arqueológico de Sacsayhuaman.
Sacsayhuaman se encuentra situado a unos 3 km de la ciudad de Cusco y a unos 200 metros de altura sobre ella, sobre la parte alta de una montaña y abarca algo más de 3.000 hectáreas. Es otra obra ciclópea de la arquitectura incaica. Al menos esto es lo que nos han hecho creer hasta ahora.
Tal vez esta sea la más asombrosa, monumental y de mayores dimensiones de todas las construcciones.
Lo primero que llama la atención al llegar es su grandiosidad. 



Vista parcial del conjunto.Podemos comparar el tamaño de las piedras con las personas.


A pesar de que de sus antiguas construcciones solo quedan las ruinas, no pasa desapercibido el hecho de que en su momento debió de albergar algún tipo de construcción imponente, de proporciones casi inimaginables. Y no solo por las desmesuradas dimensiones de algunas de las piedras que se utilizaron en su construcción, sino también por la enorme extensión de terreno que ocupa.





Esta es una preciosa vista aérea del conjunto. En ella se puede apreciar su grandiosidad. Para hacernos un idea, sólo hay que tener en cuenta que, esa especie de "sierra" en zig - zag, que hay en la parte superior, es la muralla exterior, la de la foto anterior y que está construida con las piedras más grandes...

Los arqueólogos, científicos e investigadores no se ponen de acuerdo en cuanto a su antigüedad, cómo se construyó y para qué fin. Al quedar sólo la piedra y no haber rastros de materia orgánica, no se puede datar por el carbono 14. Sólo se pueden utilizar las crónicas( nada fiables, por cierto ), los restos de cerámica o utensilios hallados en tumbas o por los alrededores( cosa que no certifica que los que dejaron estos restos fueran sus constructores. Pudieron encontrarlos ya construidos ), y poca cosa más.
La teoría más aceptada por los arqueólogos, es que Sacsayhuaman se construyó durante el imperio incaico. Dicho imperio floreció en la zona andina entre los siglos XV y XVI. O sea, entre 1.400 y la época de la conquista española.
Según diversos escritos de los cronistas oficiales, para construir esta monumental fortaleza se tardaron entre 60 y 75 años, se empleó la fuerza de los brazos de entre 20.000 mil a 30.000 hombres, y se finalizó en 1508, por lo que tuvo que iniciarse sobre 1.440
Pero el cronista Garcilaso de la Vega nació en 1530 y vivió a la sombra de sus muros. Por lógica tendría que haber visto todo el complejo en todo su esplendor, y haber conocido a alguien que hubiera participado en los momentos finales de la construcción del recinto. Incluso, dado la gran cantidad de hombres que tomaron parte, algún familiar… En cambio jamás supo informar de forma precisa cómo se construyó.
Curioso… Estas incertezas son las que me hacen dudar de la veracidad de los datos que nos proporcionan los arqueólogos y los investigadores.
Como curiosas, mejor dicho, asombrosas, son también las proporciones de algunas de las piedras que forman parte de la construcción.
Recuerdo que se me cortó el aliento cuando entré y me fui acercando a aquellas paredes y las descomunales piedras que se habían utilizado para su construcción.
A pesar de que yo ya conocía un poco de antemano las características de este complejo, debo reconocer que, por unos segundos me vi transportada  a una realidad que no parecía de este mundo. Me sentí fascinada por la grandiosidad de sus piedras. Las más grandes pesan casi 200 toneladas. 9 metros de alto, 5 de ancho y 4 de espesor… 
Como os podéis figurar, ante estas medidas, lo primero que me vino a la cabeza es ¿cómo se supone que aquella gente manejó esas… “piedrecitas”? No había animales grandes de tiro en aquella zona( sólo las llamas y similares), no conocían la rueda, ni los metales, ni ninguna tecnología… La cantera de donde se extrajeron algunas de aquellas moles estaba a unos 35 km de distancia… Tuvieron que extraerlas, transportarlas, pulirlas y encajarlas con las demás con una precisión pasmosa. ¿Cómo? ¿Levantándolas a pulso y encajándolas las unas con las otras de forma milimétrica?
Porqué este es otro tema. La precisión con que fueron encajadas.
A pesar de que ninguna de esas piedras tiene forma regular, de que muchas de ellas tienen un perímetro con más de doce ángulos y que la mayoría pesa varias toneladas, los ajustes son perfectos. En ningún punto de sus juntas se puede introducir ni un cuchillo, ni una tarjeta ni nada de nada.


 













¿Cómo consiguieron estas uniones tan perfectas?


Me acerqué y estuve un buen rato examinando el conjunto, las piedras y la precisión de su construcción. En seguida me di cuenta de que todo lo que me habían comentado sobre este conjunto de ruinas, era del todo cierto.  
Y aún hay más. Algo me habían comentado sobre unas posibles técnicas de moldeado y vitrificación de las piedras, algo que yo siempre había descartado por demasiado rebuscado y rocambolesco, pero cuando me fijé en las juntas de las construcciones, me di cuenta de que, por fuerza, para llegar a esos resultados se tuvo que emplear alguna técnica muy especial.
Y esto se puede apreciar porque casi todas las piedras empleadas en la construcción de este recinto( y en muchos otros de la zona ), poseen estas características.
-En todas las piedras el aspecto de haber sido fundidas es obvio i visible  si sabemos qué hay que ver.
-La capa de vitrificación está presente en toda la superficie en forma de fina película.
-La reflexión de la luz en su superficie es muy fuerte.
-La superficie de las piedras es muy lisa en todas sus partes, imposible de pulir con tal precisión en las piedras con muchos ángulos.
-Por la cantidad de obras realizadas y las piedras que se hubieran tenido que pulir, está claro que esta técnica, el pulido, no es posible porque emplea demasiado tiempo.
-Muchas de estas piedras son magnéticas, por lo que algo muy especial se hizo con ellas.
-El color de las piedras tratadas es diferente del de las no tratadas.
-Vemos ajustes perfectos, con ángulos y aristas en los bloques inferiores que, al colocar los enormes bloques superiores encima se habrían roto.



File:Sacsahuaman masonry2.jpg
Y luego están las rocas sagradas, como los altares o lugares para ofrendas, que su aspecto es como queso o mantequilla cortada, con acabados perfectos y esquinas redondeadas.
Esta técnica de la vitrificación, así como la de un posible ablandamiento de las rocas, no es aceptada por todos los científicos. Algunos las rechazan de pleno. Yo también las había desechado, sin pararme a observar por mí misma y luego decidir. Pero tuve la suerte de ver en persona esas rocas, esas juntas y esas características... Las observé detenidamente, y pude darme cuenta de que no era tan descabellado pensar que podían haber sido manipuladas de algún modo. 
¿Vitrificación de las rocas? ¿Ablandamiento de la piedra? ¿Un disparate? Realmente no lo sé. Lo único que puedo decir es que, en aquellos muros, en aquellas piedras, en todo su conjunto, se pone de manifiesto que encierran una técnica de construcción de la que se ha perdido todo rastro y que en estos momentos no somos capaces de descifrar.
Sacsayhaman está formada por tres muros concéntricos, a modo de murallas, en los que se encuentran las piedras más grandes. Por los restos que se pueden apreciar, en el recinto interior debieron de existir al menos tres torres, dos rectangulares y una redonda que custodiaban una o varias dependencias centrales. Según las crónicas, este lugar albergó depósitos de agua, de grano y de diferentes alimentos. Pero esto solo son especulaciones. De hecho, nadie puede afirmar con seguridad quién, cuando, como y para qué se construyó. Y también es posible que hubiera sido ocupado por diferentes culturas en diferentes épocas.
Estas ruinas y otras que se encuentran en los alrededores de Cusco y del valle del rio Urubamba, son muy parecidas entre sí, pero en nada comparables a ninguna de las construcciones megalíticas conocidas del mundo antiguo. La perfección en los encajes entre las piedras aun a pesar de su tamaño, la misma técnica de construcción, las mismas evidencias de manipulación, no hay adornos, ni inscripciones. Nada que pueda aportar un rayo de luz a las tinieblas de tanto mistério….
Otro enigma sin resolver, muy común en todos los restos arqueológicos de la zona,  es imaginar cómo lo hicieron para arrastrar, subir, y encajar aquellas enormes piedras.
La cantera de las piedras principales, las andesitas, está a 35 km de la zona de construcción. Hay que cortarlas, extraerlas, arrastrarlas 35 km, cortarla con la forma precisa para que encaja con las que ya se tienen puestas, izarlas y encajarlas.
El misterio volvía a estar servido.
Empecé a caminar por entre aquellas piedras. Era imposible reconocer qué clase de edificación podía haber sido aquello. Realmente no sé cómo los arqueólogos e investigadores pueden elaborar sus teorías con los pocos detalles que tienen. Además, enseguida me di cuenta de que incluso las crónicas aceptadas como muy fiables y auténticas, eran absolutamente increíbles. Al menos así me lo parecieron a mí una vez escuchados los relatos del guía.
- El Inca Garcilaso nos dejó una crónica bastante exacta de su construcción – nos dijo el guía – Según estas crónicas, la construcción de este complejo duró más de 70 años y en la obra trabajaron más de 20.000 indios.
Impresionante. Más de 20.000 personas trabajando durante más de 70 años...
Cieza de León aun puntualiza algunos datos con más exactitud.
Según él, 4.000 de estos indios trabajaban en las canteras. 6.000 se dedicaban a transportar las piedras desde las canteras hasta el lugar de la construcción mediante cuerdas reforzadas con cobre y del grosor de una pierna humana y los 10.000 indios restantes, estaban en la zona da la obra, cortando y ensamblando los bloques al milímetro para construir los edificios.
Por un momento dejé de escuchar al guía y me pasé un buen rato contemplando aquellos restos y los imponentes monolitos. Mi mente trataba desesperadamente de imaginar las explicaciones del guía. Pero no pude. De ninguna manera pude imaginar a 10.000 hombres, armados solamente con martillos de piedra y bronce, picando y encajando piedras sin parar durante más de 70 años. Aquello me parecía una barbaridad. Además, ¿Cómo se suponen que las arrastraban desde las lejanas canteras? Tengamos en cuenta, además, que esas canteras estaban en otras montañas, por lo que había que bajarlas de una montaña, cruzar el valle con su correspondiente río, y subirlas a la cima de otra montaña donde se iba a realizar la construcción...
Allí, el terreno es muy abrupto, las montañas son muy empinadas, y no consigo entender cómo las izaron por aquellas pendientes...
¡Ah, claro! Todos parecen coincidir que mediante rodillos de madera, con cuerdas y parece ser que a base de mucha fuerza bruta. Pero… ¿Y la madera? ¿De dónde la sacaban, si por allí casi no hay árboles?
Aquello está a 3.700 metros de altitud, apenas hay árboles, y cuesta mucho respirar por la falta de oxígeno...


Una "piedrecita" como esta, no se puede arrastrar con sólo la fuerza humana
a lo largo de 35 km, bajarla de una montaña, e izarla
hasta la cima de otra montaña....
Un grupo de arqueólogos pareció hallar la solución.
-Los rodillos no eran de madera, eran rodillos de granito… ¡Como si no tuvieran bastante trabajo puliendo las enormes piedras, para que encima tuvieran que tallar y pulir un montón de rodillos de granito!
 Sigamos pensando. Tengamos en cuenta que aquella no fue la única obra de estas características que se llevó a cabo en aquella época. Sólo en Cusco se edificaron templos y recintos por doquier, y por los alrededores de la ciudad y del valle del rio Urubamba había un montón de restos de recintos. Ya fueran recintos sagrados o moradas para los reyes Incas, todos tenían como característica principal los enormes bloques de piedra utilizados y la precisión milimétrica con que fueron encajados. Es de suponer que en todos ellos se empleó la misma técnica de construcción.
Inmediatamente me vino una pregunta a la mente. Si cada una de aquellas edificaciones se construyó a base de la fuerza de miles de brazos, ¿Cuántos miles de hombres se supone que tuvieron que trabajar en todo el conjunto de la zona? ¿De dónde salieron tantos hombres?
Algunos cronistas hablan de que se pudo tratar de esclavos. Pero todo y con eso, ¿de cuántos miles estaríamos hablando? Una barbaridad, supongo…
Fijaros bien y podréis ver cómo las piedras se curvan y se adaptan
a la forma de la pared en las esquinas...
Pero vamos a ver. Entiendo que tuvo que haber muchos hombres trabajando a la vez para tallar, arrastrar y encajar todas aquellas piedras. También entiendo que, si según todas las investigaciones no se ha hallado nada más que herramientas de piedra y cobre, se suponga que esos debieron de ser los únicos materiales de que se disponía en aquella época.
Y aun suponiendo, que ya es mucho suponer, que se hubieran empleado para ello a todos los presos de las numerosas batallas en que constantemente estaban enzarzados. Suponiendo que todos los habitantes de Cuzco,  que en aquella época eran muy devotos y muy dispuestos a cumplir con todos los deseos de sus reyes y sacerdotes, se ofrecieron para trabajar en esas construcciones. Y finalmente, suponiendo que, de los 125.000 habitantes que más o menos tenía Cuzco en aquella época, unos sesenta o setenta mil, o sea la mitad más o menos, se dedicaron exclusivamente a trabajar en alguna de esas monumentales obras... ¿Quién cultivaba las tierras, o las minas, o fabricaba las herramientas necesarias, las vestimentas, o las casas donde vivían? Si de los ciudadanos que quedan y que no están trabajando en esas obras, quitamos a los dirigentes y a los sacerdotes, que no trabajan en nada, los ancianos, los niños pequeños, los enfermos... ¿Qué queda? ¡Las mujeres, claro! ¿Y qué se supone que tengo que pensar, que las mujeres solitas cultivaron y cosecharon comida suficiente para toda la población y para todo el año? Que además de trabajar duramente la tierra, con unos sistemas que por lo abrupto del terreno no permite ni el paso de animales para ayudarlas, y a una altura de 3.700 metros donde es muy difícil respirar, además de criar a los hijos, preparar la comida para la familia, cuidar del ganado que casi todos poseen... Además de todo eso... ¿Tuvieron que preparar la comida de los 60.000 ó 70.000 hombres que trabajaban en la construcción de los templos, palacios y fortalezas? Porque es de suponer que aquella gente también tendría que comer, ¿No? ¿También ellas tejieron y elaboraron las vestimentas de todos? Y ya de paso quizás también eran las que fabricaban los kilómetros y kilómetros de cuerdas que se necesitaron, tallaban las piedras para construir los miles de martillos y cuñas que se utilizaron, eran alfareras, carpinteras y todo aquello que hiciera falta…
Y todo ello teniendo en cuenta, para acabar de rematarlo, que en Perú hay dos estaciones muy bien diferenciadas. La estación seca, que se corresponde con su época invernal, y la estación húmeda, que se corresponde con el verano y en la que las lluvias son muy frecuentes, con lo que muchos días no se podría trabajar.
Dudo mucho que se pudiera construir nada durante las estaciones húmedas. Llueve casi cada día, el suelo se vuelve peligrosamente resbaladizo, y  casi con toda seguridad resulta imposible intentar arrastrar esas desmesuradas piedras. Además, los ríos se convierten en pasos totalmente infranqueables, y muchas veces, las canteras están a varios kilómetros de distancia de las obras, como es en este caso, y hay que atravesar uno o más ríos en su transporte...
Me pasé mucho rato observando detenidamente y desde todos los ángulos posibles aquella sorprendente construcción de Sacsayhuamán. Cuanto más me fijaba en sus más minúsculos detalles, más y más preguntas se agolpaban en mi cabeza. Por ejemplo, en muchas piedras pude observar una serie de muescas  que ya empezaban a traerme de cabeza. Eran unos pequeños cuadraditos de poco más de un par de centímetros cuadrados de superficie y apenas uno de profundidad, junto a los bordes, en bajorrelieve. Y por otra parte, también pude observar que algunas piedras mostraban unas pequeñas protuberancias, como unos pequeños pomos o salientes de unos dos centímetros.
Enigmáticas muescas en algunas piedras
Y salientes a los que no se ha hallado ninguna explicación.
Lo que no podía entender de ninguna de las maneras era el hecho de que, ni las muescas ni las protuberancias, no guardaban ningún orden ni ninguna correlación con nada. Sencillamente había piedras que tenían muescas, otras tenían protuberancias, algunas tenían las dos cosas, y alguna no tenía nada de nada. Estas señales se podían ver por todos sitios. En piedras muy pequeñas, en las más grandes, en la parte alta de los pocos muros que se mantenían en pié, o a ras de suelo. Podía haber centenares de piedras juntas con estos curiosos grabados, en un área muy concreta, y otra área de la misma construcción donde no había nada de nada. Por más que me esforcé, intenté hallar alguna mínima relación que las uniera, pero fue en vano.
Luego recordé que, estas mismas marcas y salientes, los había visto en todas las antiguas construcciones que había visitado.
Y de nuevo recurrí al sufrido guía que, en cuanto me vio avanzar hacia él, empezó a esgrimir su deslumbrante sonrisa y a negar con la cabeza, sabedor de que iba directa a él, a seguir poniéndole en un aprieto con mis preguntas.
 -¿Qué pasa ahora?- me preguntó muy educadamente pero preparado para aguantar mi ataque.
-Nada en particular... Solo que he observado unas muescas y una especie de pequeños pomos en las piedras a los que no puedo encontrar ningún sentido...
-Ah, eso... Lo cierto es que no hay ninguna respuesta científica al respecto. Unos dicen que pueden ser muescas utilizadas durante la construcción para meter cuñas, otros que sirvieron para encajar posibles placas de otro material, incluso tal vez de oro, a modo de cobertura, y muchos se limitan a encogerse de hombros. En cuanto a las pequeñas protuberancias... pasa exactamente lo mismo. Muy posiblemente fueron empleadas para que no se resbalaran las cuerdas que ataban a las piedras durante su largo y penoso traslado desde las canteras – cosa que me parece ilógica, si tenemos en cuenta que las más grandes son completamente lisas - . Los hay que incluso han llegado a afirmar que podrían haber sido pequeños relojes solares, o calendarios, para controlar los equinoccios o las estaciones... Tampoco en eso se pone nadie de acuerdo...
Un montón de dudas y enigmas por resolver.
A cada respuesta, más preguntas se agolpaban en mi mente, a la espera de que algún nuevo descubrimiento aporte un poco de luz a tanta oscuridad. 
He de reconocer que aquel viaje estaba resultando mil veces mejor de lo que me había imaginado, y me dí cuenta de que aún somos unos pobres ignorantes en relación a la Historia de la Humanidad, y que no debemos cerrar los ojos ni la mente ante lo que desconocemos.
Y que conste que jamás he pensado que hubieran intervenido extraterrestres ni nada parecido. Pero, como en otros muchos de estos enigmas, sigo diciendo que algo no encaja. Lo que sí creo es que la historia de la humanidad, tal vez se tendría que escribir de nuevo.

Era ya casi mediodía cuando dejamos aquel misterioso lugar, y creo que una parte de mi corazón se quedó ahí, engarzado en aquellas enormes piedras que pregonaban algo que de momento nadie puede, o no se atreve, a oír.