Presentación del blog

¡Saludos a tod@s!

Como su mismo nombre indica, este blog está destinado a recoger, paso a paso, todas mis salida, excursiones, rutas y viajes. Siempre a pié. Pequeñas escapadas, visitas a pueblos, rutas cortas, largos recorridos... Pero siempre a pie.

Mi idea es dar a conocer y compartir con todos mis lectores esos maravillosos rincones que muchos desconocemos y pasamos por alto, cuando están ahí, muy cerca de nosotros. O no tan cerca...


domingo, 30 de diciembre de 2012

GORGS DEL TORRENT DE LA CABANA

Unos paisajes con encanto
Esta ruta la hice a mediados de agosto de 2011.  No lo tenía previsto, no tenía nada preparado, pero ese fin de semana me fui a hacer una ruta de senderismo por Campdevánol. La denominada ruta “dels Gorgs del Torrent de la Cabana”.Debo aclarar que un “gorg”, es una palabra catalana que significa “poza”, y que se emplea para denominar desniveles o concavidades en los ríos donde se acumula el agua y que suelen formarse al pie de los saltos de agua y  de las pequeñas cascadas. Parajes de excepcional belleza que invitan a bañarse en verano o a disfrutar de un precioso remanso de paz en invierno.

Algunas de las cascadas caían dulcemente.
Había pozas pequeñas...

Como era verano y hacía bastante calor, no pude negarme a la idea de una preciosa ruta a pie, una de mis pasiones, con la recompensa de un buen baño en unos rincones de ensueño.
Y es que esas són las experiencias que más se disfrutan, esas que se presentan de improviso y que nos hacen salir de casa casi con lo puesto, a lo que salga, a la aventura... No hay tiempo para pensárselo dos veces(y ni falta que hace, al menos a mí, que siempre estoy dispuesta a una buena ruta),  ni para preparar nada. Solo para coger una mochila(que por cierto siempre tengo a mano ya a medio preparar), con lo imprescindible y... ¡ a empezar a disfrutar desde este preciso instante!Teníamos previsto realizar una ruta que recorre el Torrente de la Cabaña, en Campdevánol, donde se puede disfrutar de la belleza visual de sus numerosos saltos de agua y refrescarnos del calor de la caminata en sus impresionantes pozas de aguas frías y transparentes.Las características de esta ruta són las siguientes: 
Desnivel: 218 m
Tiempo: unas 3 horas
Una ruta asequible a todos.
Distáncia: 9,25 km.


Y pozas grandes. Esta es la de la Cabaña.
El cielo amenazante se abrió y cayó el diluvio.

Cómo llegar: Partiremos de Campdevànol, en la provincia de Girona. En Campdevànol cogeremos la GI-401 en dirección a Gombrén y a los 2,5 km encontraremos el Camping Pirinenc.
A unos 500m a la izquierda encontramos el Camí de L'Auró, ahora cimentado pero muy estrecho(no pasan dos coches a la vez).
Siguiendo este camino, que baja en zig-zag,cruzaremos un riachuelo y en pocos momentos ya estaremos avanzando en paralelo con el barranco de la Cabana. Este camino nos llevará a un parking que en su momento era gratuito, pero creo recordar que ahora cuesta algo así como 10€(si no ha subido, como el IVA...je, je, je...). Allí encontraremos la Fuente del Querol y podremos dejar el coche.También podemos aparcar el coche un poco antes, en un entrante del camino, a la altura de la masía Bac d'Estiula. Aunque en verano es muy difícil encontrar un hueco...En esta masía producen queso de obeja, yogures y pasteles de queso. Absolutamente naturales y artesanos. A quienes les guste este tipo de productos, recomiendo una parada en esta masía. es bien visible, en el Camí de L'Auró, no lejos del párking. 



Paisajes de ensueño, a pesar de la lluvia

Y aún nos queda una tercera opción, que es lo que hicimos nosotros.

Esta es la ruta que deberíamos haber seguido...

Dejamos los coches a la salida de Campdevánol y empezamos la ruta allí. Se hacen 3 ó 4 km más, pero vale la pena.
Dejamos los coches bajo unos árboles, en una especie de paseo a las afueras del pueblo, a la derecha de la carretera. Nos ahorramos el pago del párking y también tener que lavar luego el coche, puesto que es de tierra sin asfaltar, y en verano la polvareda que se levanta es de órdago. Y de Camdevánol al párking, es todo camino llano, sin apenas desnivel. Además, con encanto  propio...  

 Salimos un domingo, de buena mañana, con la idea de pararnos a comer y bañarnos en alguna de las pozas. Todo era risas, jolgorio y alegría.

Debo informar que la señalización es muy mala. Escasa y nula en muchos cruces, por lo que es fácil perderse. Pero no olvidemos que, unos años atrás, estas señalizaciones que indican a cada paso qué camino tomar, que nos marcan y delimitan las rutas y los senderos, sencillamente no existían. Y los excursionistas, los auténticos excursionistas a los que les encantaba descubrir esos lugares de ensueño, también llegaban. Creo que nos hemos acostumbrado a que nos lo den todo masticado...

En Campdevànol iniciamos el recorrido por el Camí Ral, hasta el párking y la masía Bac d'Estiula. Desde allí cogimos un sendero y llegamos a la primera poza, precisamente la del Gorg de la Cabana, la más grande, salvaje y solitaria de todas.
Está dividida en dos partes: la alta, que forma una hermosa poza no demasiado grande, y la baja, donde desaguan la aguas de la primera poza en forma de cascada de 15 metros y forman un trtanquilo remaso de frías aguas. Esta poza es la más tranquila porque es la que está más alejada del camino y la de más difícil acceso.
Para llegar a ella tuvimos que descender por un alto y empinado terraplén, agarrándonos como podíamos a los troncos de los árboles y a los matojos. Así, casi arrastrándonos, conseguimos llegar a bajo.
La recompensa al esfuerzo fue un maravilloso rincón, donde comimos, nos bañamos y disfrutamos de su belleza salvaje.
De pronto me percaté de que en cielo habían comenzado a aparecer grandes nubes con aspecto bastante amenazador. Bromeando, les comenté a todos que, para que aquella excursión se convirtiera en una auténtica aventura, solo le faltaba una tormenta de verano. La verdad es que a mí me apasionan las tormentas, y me imaginé el estruendo y el eco de los truenos en aquel lugar, rodeado de altas montañas.
Todos me miraron y me dijeron que no fuera gafe, aunque en aquel momento recordé que la previsión meteorológica para aquel día era de tormentas y aguaceros precisamente por aquella zona.
Y para qué hablé...
En cuanto retomamos el camino para proseguir nuestra ruta, empezamos a oír los primeros truenos. No gran cosa al principio, pero no tardaron en aumentar de volumen hasta convertirse en una tormenta de las que a mí me gusta. Fuertes y deslumbrantes rayos seguidos de ensordecedores truenos que retumbaban por el eco de las montañas, ofreciendome un maravilloso espectáculo acústico, favorecido y engrandecido por el efecto del eco de las montañas.
Por fortuna, la lluvia aún tardó un poco en hacer su aparición y, a pesar de que no nos atrevimos a pararnos(las primeras gotas nos acompañaron un buen trecho),  pudimos disfrutar de la belleza de gran cantidad de pozas con sus saltos de agua.
Algunos eran pequeñas cascadas que se derramaban tranquilamente por encima de grandes rocas de escaso desnivel. Pero algunas de estas pozas eran producto de la erosión producida por saltos de agua de considerable altura, con una gran profundidad, que permitía nadar e incluso saltar desde una roca y zambullirse en sus aguas frías y transparentes. Una fiesta de belleza y placer para los sentidos.
Mientras recorríamos las últimas pozas, la lluvia se fue intensificando. No gran cosa, pero lo suficiente como para hacernos apretar el paso y decidirnos a volver a los coches. Las nubes habían tapado el cielo por completo, envolviendo el bosque con una capa de profunda penumbra, los rayos desgarraban la oscuridad casi sin tregua y los truenos hacían temblar el aire. Estaba claro que aquello no presagiaba nada bueno. 
Y comenzó el diluvio. Lo primero que hicimos fue proteger los móviles y cámaras de fotos en el interior de las mochilas, enrrollados con las toallas, para protejerlos de la lluvia y la humedad.
Para acabar de complicar las cosas, con las prisas por escapar de la tormenta, los constantes y deslumbrantes rayos, esos truenos que retumbaban por todos los rincones de la sierra y el fuerte aguacero, nos despistamos y en algún cruce no elegimos bien el camino. En en algun punto abandonamos el sendero que seguía el curso del río y nos tenía que conducia de nuevo a Campdevànol y nos dirigimos montaña arriba, en empinada pendiente. Era un camino, si, pero no el que debíamos seguir.
Había momentos que nos resultaba muy difícil el ascenso. Encaramándonos como podíamos a las rocas, cogiéndonos a troncos, matojos o lo que encontrábamos y con la lluvia empapándonos. No teníamos ni idea de si teníamos que subir o no a aquella montaña...
Por fin llegamos a la cima de la montaña. Desde allí sólo se veían otras montañas, nada que pareciera una población se podía entrever entre aquellos bosques. Parecía que nos encontrábamos en mitad de la nada, solo montañas, bosques, y la tormenta, que de pronto empezó a descargar con toda su virulencia. 
En seguida tuvimos bien claro que nos habíamos perdido y que debíamos volver a bajar. Pero el camino por el que habíamos subido estaba impracticable a causa de la gran cantidad de agua que lo convertía en un torrente.
Vimos una masía y allá nos dirigimos. Muy cerca de ella descubrimos un camino más ancho, una pista forestal. Y como no, la seguimos. Pero... en dirección contraria a la que debíamos ir!! Atravesamos un prado lleno de vacas, cruzamos una valla electrificada, un bosque... Total, que tras bajar en zig-zag, volver a subir por otro lado, y bajar y subuir un par de veces más, volvimos a estar en aquella misma masía!! 
Estábamos poco más que desesperados.
La tormenta no nos daba ni un sólo momento de respiro. Estábamos completamente empapados, cansados, perdidos, y con muchas ganas de salir de allí, secarnos y calentarnos un poco.
Pero no podíamos quedarnos quietos bajo el agua. Y la masía estaba vallada y cerrada a cal y canto.
Por consiguiente iniciamos de nuevo el descenso, ahora por el camino correcto.  
¡Cuatro horas tardamos en llegar a los coches! Y sólo cuando ya estábamos llegando, cesó la lluvia y al final incluso salió el sol.
Empapados de agua hasta la médula, ateridos de frío(algunos de nosotros con principios de hipotermia), exaustos, pero contentos al fin y al cabo de haber podido llegar.
Podría haber sido peor. Y cuando estábamos dándo vueltas por la cima de aquella montaña, bajo una lluvia inclemente, y sin dar con el camino correcto, reconozco que el miedo nos acompañó durante un buen rato. Sin cobertura en ninguno de nuestros móviles y con la noche acechando...

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